sábado, 31 de octubre de 2009

El aullar de las hormigas, una prosa sugestiva, precisa y armónica

El aullar de las hormigas (Arteidea editores, 2003) es una hermosa colección de microrrelatos de Italo Morales (Chimbote, 1974), experto manejador de una prosa precisa, armónica y hondamente sugestiva. Para enfocar el libro desde una perspectiva discursiva., recordemos una cita de Emile Benveniste: “El discurso es un enunciado integrado por un hablante y un oyente que supone en el primero la intención de influenciar de alguna manera al segundo”.

Desde este punto de vista tenemos pues un texto, un conjunto de relatos brevísimos que conforman el libro, tenemos un autor, un narrador, un narratario, pero tenemos además al lector. Lógicamente estos elementos entran en juego en todo texto literario; pero el propósito de estas líneas es señalar y resaltar la particularidad de algunos de ellos. Estamos ante un narrador reflexivo, un alguien que narra y piensa, o que narra lo que piensa; en tal sentido, su rol es ideológico. Implícita o explícitamente tiene el propósito de hacer pensar, lo cual se manifiesta en la intención apelativa de los textos. El narrador puede hablar de sí mismo o de otro, pero sin perder la orientación apelativa.

Los textos son breves; unos pocos responden a la estructura de un texto narrativo propiamente; es decir tiene personajes, historia y espacio; los más contienen fragmentos o rudimentos narrativos; en ello tiene que ver la intencionalidad de hacer pensar; en consecuencia, el autor considera que serán suficientes incluso dos líneas.

El contenido de los textos apunta a ofrecer una reflexión acerca de la existencia; en tal sentido, estamos ante una filosofía, una meditación acerca del hombre. Podemos encontrar profundas reflexiones que alcanzan los límites de una metafísica; pero también tienen su lugar los dilemas cotidianos; es decir la voz de un profundo filósofo viene acompañada con las confesiones de otro pequeño. Por un lado nos damos de cara con las eternas preguntas sobre la vida, la muerte, el tiempo, pero también sobre nuestras dudas y temores cotidianos, como la traición o el engaño.

Su modo y tono discurren por los límites del humor, el desenfado, la ironía, la impertinencia o el sarcasmo. Todo ello apunta creo yo a un ánimo desmitificador con respecto a los grandes discursos culturales y vigentes en el mundo occidental primordialmente. No otra cosa se desprende de los diversos textos que podríamos llamar antibíblicos y anticristianos. Pero asimismo su puntería alcanza a los sacerdotes mayores de la cultura occidental: Darwin, Marx. Freud, Derridá; pero también los imaginados: Prometeo, Hamlet, Raskolnikov y hasta la Caperucita Roja y Blanca Nieves.

Debo subrayar que estos textos comprometen necesariamente la cultura del lector; en ello radica la particularidad de esta obra. De allí que en la pragmática comunicativa que se desprende de ella el lector quedará irremediablemente comprometido. Precisamente la brevedad de los textos induce a ello. Así, invirtiendo una frase conocida con respecto a la literatura social, diremos que ésta no es una obra comprometida, sino una obra que compromete (al lector).

El mundo cultural del lector jugará un rol trascendental en la elaboración del discurso; por lo que la riqueza semántica y las posibilidades interpretativas dependerán necesariamente de ese mundo. Así, el emisor presupone un lector conocedor del contexto cultural. Ambos deberán conocer y compartir el mismo mundo cultural para elaborar el discurso.

El aullar de las hormigas es un libro inquietante, de un autor que inaugura un arte personal y diferente.

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