sábado, 12 de diciembre de 2009

PROLOGO PARA EL HUAYCO QUE TE HA DE LLEVAR DE EDGAR NORABUENA





Por Macedonio Villafán Broncano



El mundo andino sigue siendo el espacio de dos culturas en conflicto: por un lado nuestras herencias ancestrales prehispánicas que aún persisten como un poderoso río subterráneo, pero al mismo tiempo la cultura occidental que pugna por terminar de subordinarla o dominarla. Es este un cuadro de aculturación, de un conjunto de fenómenos que se producen cuando grupos de individuos con culturas diferentes entran en contacto directo y continuo, y a los cambios subsiguientes que se producen en los patrones o rasgos culturales de uno u otro grupo como explica Silva Santisteban (1998).


En este marco encontramos formas de conciencia que dan lugar a fenómenos principalmente de deculturación, simbiosis y sincretismo definidos por la antropología; es decir, de pérdidas de elementos culturales de la cultura dominada, presencia de elementos que no se mezclan ni combinan y asimismo de otros que se combinan para formar nuevas estructuras o subestructuras culturales. Bajo estas premisas, las estructuras simbólicas de los andinos de hoy corresponden visiblemente a un patrón occidental dominante, pero donde el substrato prehispánico contiende desde una posición de resistencia.


Por ello, un enfoque centrado en las claves culturales del libro nos revela un universo mágico y religioso sugerente dentro de una cosmovisión andina en proceso de transformación conflictiva en que destacan una religiosidad conformada al mismo tiempo por santos católicos y apus andinos, por las concepciones acerca de la vida y la muerte desde diferentes ópticas, por las preocupaciones en torno al bien social y la ética, por ríos y huaycos que parecen tener vida, por pumas depredadores y también el demonio bíblico y el infierno. Así, los relatos no son meras estructuras en torno a episodios o anécdotas que tienen como eje una o más complicaciones; simbolizan más bien el pensamiento colectivo; son arquitecturas significantes, expresiones de la vida y espíritu del hombre andino.


En esa medida se ha enfocado de modo predominante espacios periféricos poblados por los hombres andinos más pobres, cuyas expresiones culturales están marcadas por el sello del conflicto cultural ya señalado. Eso explica por qué los seres humanos de estos cuentos habitan en su mayoría zonas aisladas de los centros urbanos; pequeñas aldeas rurales donde la condición social predominante se caracteriza por la pobreza y una lucha por la subsistencia en condiciones durísimas y por qué los signos de los tiempos actuales son tenues, como por ejemplo la presencia de la ciudad. Ellos sólo se desplazan a los centros urbanos contemporáneos con ocasión de las fiestas dedicadas a los santos que reemplazaron a las deidades andinas durante la imposición del cristianismo, rememorando los ancestrales peregrinajes de ayllus con sus danzantes hacia los centros religiosos principales. Asimismo, son tenues el peso de la modernidad representada por la máquina (apenas un camión que causa accidentes) o los conflictos políticos de las últimas décadas (recuerdos fugaces de las luchas subversivas y la represión del ejército).


Para nuestra lectura, como venimos diciendo, el foco de atención que propone el libro es una lucha agónica, y por eso vital y trascendente, de una cultura subyacente que pugna por no desaparecer, por no ser un simple substrato subordinado y dominado. El territorio de esa contienda desigual es la propia conciencia del hombre andino. Es una fiera batalla en que lo sumergido, lo oculto por la cultura occidental, pugna por cobrar presencia, por alcanzar la superficie desde y en la propia interioridad de los andinos; con frecuencia es apagado o considerado un hecho natural, circunstancial y hasta casual e inexplicable, sin trasfondo ideológico; pero en algunas ocasiones también aflora vigorosa y se impone de manera contundente.


Es con las categorías del propio pensamiento andino, los conceptos de hanan (arriba) y el urin (abajo) que comprende las posiciones de todo lo material y espiritual de la existencia, que la andinidad desplazada al urin por la colonización pugna por aflorar al hanan. Así es como cobra sentido que los hombres de estos relatos sigan luchando contra los huaycos de marzo que más que destruirles parecen recordarles que el tiempo es cíclico, que el puma depredador es una deidad que representa la naturaleza, que el toro Tumbacerro es el dios Amaru, que más valdría ser danzante del Apu Huascarán aun sea en los territorios de la muerte y así sucesivamente.

Si bien es cierto el prólogo de una obra literaria no es el lugar adecuado para hacer disquisiciones sobre antropología cultural andina, se hace necesario recordar algunas concepciones fundamentales del pensamiento andino para aproximarnos a la dimensión significativa de estos relatos. Apelaremos a otras en caso necesario al referirnos a los mismos relatos. Para ordenar las ideas nos apoyaremos en las reflexiones de Estermann (1998).

Relacionalidad del todo. La relacionalidad como esencia de esta concepción se manifiesta en todos los niveles y en todos los campos de la existencia. Todo en el universo está relacionado; la realidad es un conjunto de seres y aconteceres interrelacionados. Todos los seres tienen vida, hasta las piedras. Concebido esto, la relacionalidad abarca a los hombres, a la naturaleza y a las divinidades. Al establecer esta relación se animizan y humanizan.

Sujeto colectivo. El hombre andino define su ser como un sujeto colectivo; define su identidad en y a través de relaciones con los demás en su ayllu, su marka o su aldea; como individuo y peor aún aislado, es un nada, un no ente.


El principio de reciprocidad. Diferentes actos se condicionan mutuamente; una acción de un actor será recompensado por una acción de la misma magnitud por el receptor. A cada acto corresponde como contribución un acto recíproco. Este principio no sólo compete a las interrelaciones humanas sino a la interacción hombre y naturaleza, y hombre y divinidad.


Racionalidad no racionalista. El acceso del hombre a la realidad no es la razón únicamente, sino una serie de capacidades no racionales desde los sentidos, sentimientos y emociones hasta operaciones cognoscitivas “parapsicológicas” (magia, adivinación por coca, cantos de aves, señales diversas). Como correlato de esta concepción, su cognición o modo de elaboración de conocimientos no está desligada de las concepciones religiosas, éticas y mitológicas.


La muerte. Los límites entre la vida y la muerte son borrosos. Se establece diversas formas de relación con los muertos. Incluso hay una reciprocidad con ellos, una práctica de deberes mutuos. El familiar difunto o ancestro sigue haciendo favores a sus seres queridos vivos o molestándolos como condenado. Las contribuciones de los difuntos hay que corresponder recíprocamente mediante rituales, cariño, comida, despachos. Asimismo se concibe que los muertos están en el ukhu pacha como semillas prestas a renacer.


La ética. Tiene como fundamento el orden cósmico, la relacionalidad universal de todo lo que existe y donde la reciprocidad es el principio conductor y orientador. Significa para el hombre el cumplimiento de las normas de convivencia en reciprocidad con los demás seres humanos, con la naturaleza y con las divinidades. El incumplimiento causa desorden, atrae catástrofes y otras formas de castigo. El incesto es una grave infracción; es castigado, puesto que interrumpe el principio de polaridad y contribuye a la debilitación de la fuerza vital. El trabajo es valorado y la ociosidad criticada. Rigen el ama qela, ama suwa y el ama llulla (no ser ocioso, no ser ladrón, no ser mentiroso).

En El huayco que te ha de llevar, se apunta en lo social a sectores de extrema pobreza, a hombres andinos marginados y olvidados; en lo ideológico se destaca la concepción de la vida y la muerte como territorios próximos y de límites difusos: “levantó la cabeza con temor, oscilando entre los dos mundos que de pronto, inexplicablemente, se le confundían en uno solo”. La percepción de lo social a través de lo ideológico lleva a los personajes a pensar que: “¡Uno puede estar muerto, y no se daría cuenta porque así nomás el infierno quema a los olvidados de Dios!”. El huayco puede ser el castigo por una serie de pecados. Los animales son humanizados al recordar que fueron arrastrados por el huayco: “nuestras yuntas se fueron mugiendo lamentos y despedidas, entre el rugir intenso del río... ¡adiosito pues, Yanaco, Lichico, adiosito pues taytitas! Llorando se despedía de ellos”. El agua viene como fuerza maldita y destructora en una visión contaminada por el pensamiento occidental.

"Virgencita de la Puerta". La Virgen en este caso es una divinidad sincrética que cumple los roles de los antiguos dioses y asume sus comportamientos; está lejos de ser la divinidad traída en la Conquista. La fiesta es una forma de ritualidad andina. La Virgen es la Huaca o Pachamama para Nicolás que le había pedido a Eugenia con su ofrenda de coca. Actúa como Huaca justiciera en reciprocidad a la fe y ofrendas recibidas y a la vez castiga al viejo Ignacio que trajo una falsa noticia. Encontramos una sociedad andina en proceso de asimilación del cristianismo, que no descarta las creencias ancestrales acerca de la muerte, de la vida después de ella, de las faltas y castigos en lo ético. Que encontremos a una Virgen sarcástica y burlona, es decir con actitudes humanas, se explica solo en una visión andina de la divinidad.


"El negro puma de la noche" es la conciencia ancestral que reclama presencia en la conciencia actual del hombre andino. Está en el inconsciente colectivo que busca un espacio material en el pensamiento de hoy. En principio el puma es una divinidad andina de inmensos poderes; su consideración de animal depredador es una percepción actual: “es una maldición viviente, sorprende a cuanto pastor encuentra en los arbustos... y escogiendo el mejor ganado, se chupa la sangre ante la temerosa y rauda huida de su pastor quien teme por su alma más que por su ganado. Así es el negro puma de la noche”. Como se ve hasta puede ser asociado con el demonio. Estos hombres andinos han olvidado la voz de la naturaleza: “la lluvia cesó tal vez para dejar oír lo que los otros clamaban a los sordos oídos de los hombres que ya habían olvidado el don de oír la naturaleza”.

"Maldito puma" está en la misma dirección, otra vez el puma es visto como un ser maldito. Nos presenta historias de amor; una de ellas es la de Migdonio que ama a su tía en un marco de relación incestuosa. Recordemos que el incesto para el hombre andino es una grave infracción. De allí el recuerdo con carga de culpa de Migdonio: “recordé diez años después... muy lejos de la casa de los tíos y del difunto abuelo que murió de cólera al saber que su nieto y su hija jugaban a la mamá y al taytita”. Es decir su infracción ha causado todo un desorden, por un lado la muerte del abuelo, por otro su propio aislamiento del seno de la familia y su pueblo. La coca, planta convertida por el hombre andino en componente de su cultura, es la hermana y madre que consuela y endulza la vida, que anuncia y augura el futuro, que propicia deseos y sueños: “escogí las mejores hojitas y la mastiqué preguntándole por ella y la misma respuesta, caramelo en mi boquita se hizo la hermanita coca dándome el corazón de la Edelmira”. Como se ve acá la cultura andina triunfa en la conciencia del personaje.

"La última verdad". Mateo es un cholo quebrantador de las normas sociales; es un abigeo que inescrupulosamente roba no sólo en su pueblo de origen sino también en los pueblos vecinos; además es un seductor de muchachas, de mujeres maduras y hasta casadas. Por otra parte se ufana de sus robos y de sus hazañas de mujeriego. Su revelación ocurre mientras consume licor en la cantina de Chamico. Tenemos en este caso un cholo, un campesino que falta contra la ética: ladrón, seductor y mentiroso. La sanción a sus faltas dispuesto por sus captores es drástica. El robo es quebrantamiento de las normas andinas de reciprocidad, así como del ama suwa y el ama uli. Chamico actúa como miembro de la colectividad; más que el cliente que le compra en su tienda le interesa el bienestar de la comunidad y por eso da aviso de la revelación de Mateo a su pueblo el cual establece una terrible sanción: es despeñado a un río. La comunidad no recurre a la justicia del estado sino a sus normas consuetudinarias ancestrales.

"Tayta Mayo Shaqsha". Pensamos que es el de más profundidad dentro de la cosmovisión andina, de alcance más filosófico. Nuevamente aparece la concepción de la existencia en sus dos dimensiones: la vida y la muerte; pero a la vez con sus límites difusos. La muerte que no es muerte sino un existir perenne; también es el espacio de la memoria, pues desde ella se alcanza la vida y se hace un recorrido por ella. Lo divino andino está presente a través de los dioses ancestrales como el Apu Huascarán y el Dios Trueno; pero a la vez el Tayta Mayo es el dios cristiano sincretizado.


El asunto enhebrador de la historia es una competencia entre Pascual y Antonio para ser caporal de danzante shaqsha del Tayta Mayo. Antonio, el perdedor en la competencia de danza, y su hermano menor mueren a causa de un accidente. Pero sus almas siguen vivas. Antonio tendrá que resignarse ante su derrota, pero a la vez soñará ser shaqsha caporal en la otra vida: “Antonio había desaparecido en el mundo de sus deseos, seguramente estaba bailando allá, ... en los contrapuntos del hanaq patsa, con los danzantes chaqsha más mentados por nuestros taytas”. Fijémonos que ser danzante de los Apus es considerado más trascendente que serlo del Tayta Mayo en esta vida. Mirando con una pincelada fugaz el narrador se da maña para evocar las acciones subversivas y la represión policial de las décadas pasadas, ambos como heraldos de la muerte.

"Las tretas del diablo". Nuevamente son aludidos los límites indecisos entre la vida y la muerte; también el demonio y el infierno occidentales; en otras palabras aculturación. Desde esa visión, en lo social, la muerte será una simple proyección de la vida. Así, la injusticia puede prolongarse más allá de la vida: “No se supone que la muerte es el precio que se paga por la vida. No se supone que la muerte es ya el descanso eterno; pero no, la muerte es igualito de jodida que la vida”. Basilio apela al pacto diabólico occidental y logra el amor de Obdulia y otros favores. Llega el plazo y el diablo se lo lleva, se cobra con sus tretas y siempre gana. El diablo tiene la figura de un caballero, de un patrón y nos hace evocar la sociedad feudal peruana. La aparición de un anciano que reprocha su comportamiento a Basilio permite preguntarnos si es el Dios cristiano o el Wiracocha andino; al mismo tiempo nos recuerda un episodio de El Evangelio según Jesucristo de Saramago en que Dios y el demonio contienden ideológicamente ante Jesús.

"Toro Moreno y Tumbacerro". Cuento de netas esencias andinas. La conjunción hombre-naturaleza es el foco significativo. Las historias en paralelo de Toro Moreno y Tumbacerro, son de un ser humano y de un animal que no se separan jamás; que piensan y sienten igual: “Toro Moreno tenía la misma fama que su Tumbacerro, mejor dicho, Tumbacerro era Toro Moreno, y Toro Moreno era Tumbacerro, eran tal para cual, misma sombra, mismos ojos, misma alma, misma rebeldía”. Además de justicieros emanan la energía vital que hay en cada hombre andino.

Como se ha podido ver, la dimensión significativa de los relatos que hemos esbozado tiene como marco el conflicto ideológico entre dos culturas, y como espacio de contienda la conciencia del propio hombre andino. Simbólicamente es el conflicto de todos lo peruanos en la búsqueda de definición de su ser; a veces ocultan lo andino, pugnan por desaparecerlo; a veces lo hacen aflorar orgullosos, a veces son andinos sin saberlo o son andinos pero con rostro occidental. Ese vaivén entre afirmación y negación de lo andino en la conciencia de su identidad conflictiva es uno de los alcances más simbólicos de la obra.

Una rápida mirada al componente expresivo, a su estructuración artística, nos permiten apreciar una prosa tersa, pulida, poética, donde las metáforas y sinestesias son originales; al mismo tiempo encontramos un hábil manejo de las técnicas de la narrativa moderna como son las diferentes voces narrativas, el estilo indirecto, historias trenzadas, saltos de tiempo y espacio; pero no como una mera complejización artificiosa de la narración, sino para establecer contrastes de significación. También hay hilos entre las historias como una red de tejidos invisibles.

En suma el libro de Norabuena viene a sumarse a esa gran corriente, a ese huayco cultural y literario llamado hoy narrativa de los andes o narrativa andina, que es continuidad y renovación a la vez de la otra gran corriente llamada indigenismo. Es también una muestra palpable de la existencia de un sector humano y social llamado hombre andino y de la vigencia, en los términos indicados, de su cultura.

Con Edgar Norabuena nos une un vínculo que se va fraguando con el paso del tiempo; no sólo de profesor y alumno en la Universidad y ahora de colegas, sino el estar en el mismo camino de redescubrimiento y puesta en praxis nuestra andinidad. En ese trajinar, uno de nuestros últimos actos fue precisamente subir bajo la guía de su tío Julián Norabuena a la Cordillera Negra en el sector de Tinyash y realizar los tres un antiguo rito al cerro Tapapunta y a los abuelos que allí moran a pesar de sus huesos calcinados; para colocarles nuestra ofrenda de coca y a la vez chacchar en íntima y mística comunión con ellos. Seguro estoy que el nacimiento de este libro y la oportunidad de estas palabras son los dones que ellos nos han brindado en reciprocidad por nuestra ofrenda.

Macedonio Villafán Broncano
Universidad Nacional Santiago Antúnez de Mayolo

EL HUAYCO QUE TE HA DE LLEVAR DE EDGAR NORABUENA fue publicado por Ornitorrinco Editores, Lima, 2007. La segunda edición es del 2008, así como una edición pirata.

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